La arquitectura, para Martín Dulanto, es un diálogo silencioso con la tierra, la luz y el paisaje. En su obra, la naturaleza no aparece como fondo, sino como presencia. Cada proyecto busca un punto de equilibrio entre lo construido y lo vivo, entre la quietud de los materiales y el movimiento del entorno. Desde Lima, su estudio trabaja desde una idea clara: la arquitectura puede ser respeto, escucha y armonía.

Las líneas son depuradas. Los materiales, honestos. La continuidad entre interior y exterior se siente natural, casi inevitable. Concreto, madera y tierra no compiten, conversan. La luz habita el espacio. El vacío pesa tanto como el volumen. El silencio forma parte del diseño. Sus proyectos buscan, poco a poco, fundirse con el paisaje.
Ese lenguaje se refleja en obras como Casa Topo y Casa Lapa, donde la propia topografía guía cada decisión. Y se extiende hacia proyectos como Casa Cariátide, Casa Olimpia, Casa Corona y Casa Eucalipto, aún en desarrollo, donde el estudio sigue explorando cómo construir sin alterar el equilibrio del lugar.


Esta coherencia ha sido reconocida dentro y fuera del país. En 2024, el estudio obtuvo distinciones en la Bienal de Arquitectura Peruana, los Premios ADUS LATAM y la Bienal Panamericana de Quito, por la Casa Manire. La misma obra fue seleccionada entre los 100 Architects of the Year 2025 por el Korea Institute of Architects.
Conformado por un equipo multidisciplinario de jóvenes arquitectos, el estudio ha construido un lenguaje propio que combina rigor técnico y sensibilidad. Su trabajo ha sido publicado en revistas especializadas de más de veinte países y forma parte de la selección “50 Obras de Arquitectura Contemporánea en Lima” (2024).


La naturaleza y la construcción no son opuestos. Son socios que deben trabajar juntos para crear equilibrio.
Señala Dulanto
En su arquitectura, la serenidad es estructura. La materia es paisaje. Y cada proyecto recuerda que construir también puede ser un acto de gratitud.











